domingo, 16 de noviembre de 2008

En todas partes cuecen habas (desde Barco)

El Diario de Ávila, 1945

Encontrar un piso en un pueblo ofrece las mismas dificultades que encontrarle en la ciudad. La ciudad y el campo se dan las manos.

Ridículo resultaría a mis años, ya alejado de la fiebre romancesca, describiros, queridos lectores, cómo es el Barco, el Barco de Ávila, mezcla de castellano y extremeño; lamido por el transparente y plácido Tormes; aprisionado por colosas ramificaciones de la Carpentana y, escondido entre gigantesco álamos y chopos con corpulencia de cíclopes mitológicos y de menguados robles con pretensiones de asturianos… Es mi deseo, pues, evitar presentaros un lienzo de coloridos borrosos. Sí, puedo deciros, que Barco de Ávila es un pueblo con título de villa y ribetes de ciudad, pero un pueblo… con ansias de grandeza, con ansias de poder….

Chilló la sirena del trabajo. Los veraneantes consumieron sus vacaciones, y emprendieron, con nostalgia, el regreso hacia sus puestos, prestos a contar con los dedos y con el deseo, los días que discurren para retornar de nuevo.

Terminaron las vacaciones de los veraneantes…Comienzas las vacaciones, bien merecidas –al decir de algunos potentados- para los pisos. Chirrían puertas y ventanas; rechinan goznes y cerraduras y dentro de las casas se hace el silencio, sumiéndose en la más absoluta penumbra y en la más callada soledad… Ha producido, con codicia avara, cuanto pretendieron ciegos y sordos caseros, quienes cierran casas, produciendo ecos de castillos encantados, y esperan a un Riquelme con copete que abrirá las puertas de la deseada durmiente, en tanto que seres viven hacinados en inmundas y lóbregas habitaciones…

Pretender un piso de estos en Barco de Ávila es pretender los picos de la Luna… En Ávila, Valladolid, en Corea, pero también en esta villa con ribetes de ciudad que hiende las aguas del Tormes se cuecen habas de la misma catadura…

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